El empresario del corazon roto

Chapter 17: Otra oportunidad



Chapter 17: Otra oportunidad

Ha pasado casi una semana e Isabel no contesta mis llamadas y mucho menos mis mensajes, y me

siento un verdadero idiota, porque no sólo le dije esa frase tan cruel, si no que arruiné su cumpleaños

número treinta y ella se sentía tan feliz ese día, ahora pasé como el imbécil, cruel que le dijo que había

inventado una historia personal para poder simpatizar.

El lunes, llegué a la oficina más rápido de lo normal, vi que el menú del día estaba sobre la mesa y al

abrirlo vi la nota que decía lo mismo pero ahora era una etiqueta impresa, lo que quiere decir que las

otras eran especiales para mí y no lo pude ver. El martes pasó igual, y luego vinieron miércoles, jueves

y viernes, sin respuesta. Una cosa que he aprendido de ella es que tiene carácter, sabe lo que quiere y

no se anda con rodeos, así que cuando me dijo que no la buscara más sé que lo dijo en serio.

«Ya no le puedo llamar más » pienso para mí mismo mientras mis socios exponen los últimos

negocios que hay por cerrar. Debo admitir que he estado muy distraído estos días y se me nota, no lo

puedo esconder más, así que es normal que cuando me pregunta algo mi respuesta sea ¿Perdón? en

lugar de lo que comúnmente hago que es dar mi opinión sin ninguna excepción, por lo que no puedo

continuar así, necesito verla, pedirle que me disculpe, no importa si no quiere continuar con esto que

tenemos, simplemente quiero que sepa que no lo dije enserio y que no soy el patán que ella cree.

Así que entro a mi oficina, voy directo al ordenador y en el buscador pongo "amistoso menú" para

saber si de alguna manera puedo contactarla. Tan solo doy click en buscar, la información de la

empresa de Isabel Osher se desglosa ante mis ojos incluyendo una foto donde, tiempo atrás, la

entrevistaron para una revista culinaria. Con esa sonrisa maravillosa y unos años más joven, habla

con pasión sobre su empresa y cuenta que la idea se le vino cuando su hermana, unos años mayor a

ella, llevaba una dieta especial que no podía obtener cerca de su trabajo, por lo que ella le llevaba

todas las mañanas la comida basada en su alimentación y se corrió la voz por la oficina.

Observo detenidamente la foto y trato de imagina qué estaba haciendo yo en ese tiempo, seguro

estaba en algún lugar del mundo o disfrutaba de mis hijos, mientras Isabel empezaba con su empresa

y vivía una de las circunstancias más horribles de su vida, y aún así, sonreía.

Termino de leer el artículo y después paso a la información de su empresa donde, afortunadamente

está su dirección y tengo al menos una pista de donde puedo encontrarla. La apunto y sin perder más

tiempo salgo de mi oficina.

—Vivianne.— Le llamo y ella camina hacia a mi.— Mañana tómate el día libre de nuevo, sólo quédate

al pendiente por si llega algún e-mail urgente ¿quieres?

—Sí señor, gracias.— Contesta feliz, y luego se da la vuelta para dejarme partir.

Lo hago con prisa, pensando qué le diré en caso de que la vea y si no, cómo le haré para encontrarla

el fin de semana, tal vez la idea de sobornar a Peter ahora no sea tan mala.

—¿A casa señor? — Pregunta el chofer.

—No, llévame a esta dirección.— Le paso el papel con ésta escrita a mano y después arranca sin

preguntar.

Pronto el paisaje y el caos de la ciudad nos alcanzan y yo repaso una y otra vez las palabras que le

diré a Isa cuando la vea.

«Perdóname, fui un idiota» digo en mi mente, «no, muy simple, mejor... Isa, tienes razón soy un

cabrón, jamás estuviste equivocada».

—Eso si que es dramático.— Murmuro y después volteo a ver por la ventana para percatarme que

estoy en terrenos un poco desconocidos para mi.

Llegamos a un edificio de varios pisos con balcones compartidos, con un parque en medio e infinitas

escaleras para subir.

—¿Gusta que lo acompañe señor? — Pregunta mi chofer preocupado.

—No, quédate en el auto.— Ordeno y bajo al conjunto de edificios que hay frente a mi.

Atravieso el pequeño parque que más bien es una área de juegos, camino inseguro hasta donde está

la entrada sólo para percatarme que no sé qué edificio es el A, B o C ya que es demasiado tarde para

ver las letras pintadas en la fachada.

—Por eso odio el invierno, el cielo se obscurece más temprano.— Me quejo y me hago para atrás para

ver si de casualidad ella está en alguno de los balcones y me puede ver.

Pero es invierno y en esta estación son pocas las personas que salen a los balcones a tomar el fresco.

Tomo el móvil y le mando un mensaje.

QUENTIN VALOIS

Isa, estoy afuera de tu edificio ¿puedes salir?

—O debería de decir ¿quieres salir? — murmuro. Copyright Nôv/el/Dra/ma.Org.

El tiempo pasa y ella no contesta. Creo que no importa lo que haga ella no dará su brazo a torcer. Así

que volteo hacia arriba, reviso los balcones con la mirada y luego me doy la vuelta para regresar al

auto.

—Si de una cosa estoy arrepentido, es el haberte herido Isa.— Hablo bajito mientras sigo caminando.

Camino un poco más y antes de dejar los últimos edificios veo una figura negra caminando hacia mi, la

luz la alumbra y es Isa con un gorro de lana negro y un abrigo de color rojo que me hace pensar

cuantos abrigos tendrá.

—Sí que eres insistente.— Murmura.

La observo fascinado, sintiendo como el calor regresa a mis manos y mi pecho, los lugares donde ella

a dejado su huella y siento un poco el ardor en la mejilla después de la bofetada que me dio hace una

semana.

—Tienes cinco minutos.— Sentencia.— No más.

—Cinco minutos me bastan.— Murmuro y ella camina hacia afuera del complejo de edificios para ir a

un pequeño café que se encuentra justo debajo de un puente que hay.

Al entrar todos la saludan y parece que ella es cliente frecuente de ahí o tal vez ellos son sus vecinos

y siempre la ven pasar. Nos sentamos en mesa de al fondo y cuando estamos frente a frente puedo

ver su hermosa nariz rojiza por el frío. Se queda en silencio, supongo que ahora es mi turno de hablar

y no he practicando ningún discurso para pedirle perdón.

—Mi nombre es Quentin Oliver Valois, tengo cuarenta años, mi esposa Nadine murió hace casi cinco

años junto con mis dos hijos. Soy dueño de una empresa tan grande, rica y poderosa que no puedo

describirla por completo. Cuando mi esposa se accidentó a los dos años una mujer se acercó a mi, se

llamaba Christine y le di la oportunidad de que entrara en mi vida, resultó ser una reportera que

inventó la historia de que yo había matado a mi esposa e hijos por dinero, sólo porque coincidió con un

negocio que sus padres y yo habíamos hecho. Prometí que jamás me relacionaría con alguien y me

volvió cruel, amargado e infeliz. Mi vida es una rutina, todo está extremadamente calculado porque no

quiero volver a perder el control de todo como anteriormente lo hice.

Isa me ve a los ojos para luego suspirar y recargar los codos sobre la mesa— ¿Por qué me dices

esto? — Pregunta atenta.

—Porque quiero que empecemos desde cero, quiero que sepas que tal vez mi vida no es como tu la

imaginas y sí, tengo mucho dinero, soy millonario, tengo un chofer que me espera afuera, una

asistente que hace todo por mi y un piso más grande que este lugar en el que estamos. Yo, estoy

dispuesto a aceptar que fue cruel de mi parte haberte dicho lo de tu hermana y lo dije más en un

arranque de ira y no porque pensara que es verdad. Así que, vengo a pedirte, que si me das la

oportunidad, si podría continuar siendo parte de tu vida.— Finalizo mi discurso mientras siento que mi

corazón late un poco más rápido de lo normal.

Ella se muerde el labio, hace eso cuando piensa, mis pupilas no dejan de ver las de ella y ligeramente

me sonríe.

—No sé si deba perdonarte. Lo que dijiste de mi hermana fue cruel y me dolió.

—Lo comprendo y estas en todo tu derecho de no hacerlo, sólo quería venir a decírtelo

personalmente, me gusta hablar de frente.

—Bueno, además de los casi 60 mensajes que recibí, todos los leí y sé que estás arrepentido ¿cómo

sé que mañana no cambiarás de opinión y será de nuevo lo mismo?

—Porque no lo haré, jamás lo haré, seré tan directo y honesto contigo que no sabrás qué decirme,

quiero, quiero tenerte en mi vida Isabel...— Confieso y lo hago poniendo todo el corazón en esa frase.

Isabel suspira. — Te doy otra oportunidad Quentin, pero es la última, la próxima vez te bloquearé

definitivamente de mi móvil y jamás me volverás a ver, comprendes, ni de broma.

—Comprendo.— Contesto en un murmuro y esbozo una ligera sonrisa.

Por un momento nos quedamos en silencio, esos que nos hacen pensar que diremos o tal ez

esconder algo más que aún no es propio confesar —Te ves mejor, los nutrientes te hacen bien.—

Habla rompiendo la tensión.

—Es la primera vez que cómo tan bien en todos estos años. Mi cuerpo te lo agradece.

«Y mi corazón también » Pienso, pero últimamente no le pongo tanto atención a lo que dice mi mente

porque enloquecería.

Ella toma mis manos de nuevo y como si un choque eléctrico se activara mi cuerpo reacciona

haciéndome sonreír. Con mis dedos comienzo a acariciar los suyos y luego me atrevo a subir mi mano

y acariciar su rostro, ella cierra los ojos, ladea la cabeza frotando ligeramente su mejilla contra mi

mano y sonríe.

—Tus manos están cálidas.— Murmura.

—Son los guantes.— Miento pero o es así, desde que ella me pasó su calor todo está mejor en mi

tacto. — Isa, quiero recompensarte por tu cumpleaños, lo arruiné y fui un verdadero patán, quisiera

llevarte no sé a cenar o a lo que tú quieras hacer.

—No es necesario.— Dice apenada.

—Lo es para mi, he despejado toda mi agenda del fin de semana para hacer todo lo que tú desees, lo

que quieras.

Isabel sonríe, sé que esta avergonzada, ahora que sabe quién soy sabe que puede pedir que la lleve

de compras a Nueva York y en un chasquido podemos tomar el avión y quedaría listo, pero sé que ella

no me pedirá algo así, aunque yo pueda dárselo y para ser honesto no me importaría que lo hiciera .

—No sé Quentin, no se me ocurre nada en este momento.

—Ya sé, ¿te importa si me dejas sorprenderte?— Pregunto.

—O.K.— Contesta tímida.

—Vale, mañana lista, a las ocho de la mañana pasaré por ti y te sorprenderé ¿entendido?

—Entendido.

—No importa lo que haga ¿verdad?

—Supongo... — Y se ríe tímida.

Ella se pone de pie y deseo tanto abrazarla en este momento pero no quiero arruinar de nuevo lo que

casi pierdo unas horas atrás. Isa se acerca a mí, se pone un poco de puntas sobre los pies y me da un

beso en la mejilla donde me dio la bofetada, el calor de mi pecho y mis manos se va a esa lugar.

—Hasta mañana Quentin.

—Hasta mañana Isabel.— Respondo y de nuevo la veo alejarse de mí.


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