El empresario del corazon roto

Chapter 63: Aprendiendo de ella



Chapter 63: Aprendiendo de ella

[Quentin]

De verdad Isabel es una mujer muy diferente a todas las que he conocido y yo sé que puedo decir una

y otra vez las razones porque la amo, pero hoy me dio una cátedra de comportamiento y madurez que

jamás olvidaré. Text property © Nôvel(D)ra/ma.Org.

Acostumbrado a que siempre había drama a la hora de las peleas por parte de mi ex mujer, Isabel

continuó como si nada el resto del día conviviendo como si en realidad no hubiera habido una

discusión por la mañana en nuestra habitación.

Le hablaba, me respondía, convivía sin problemas, no estuvo del todo distante conmigo aunque debo

admitir que el distante fui yo en forma de prevención, y jamás tuve que pedirle de favor que me

prestara atención o no hiciera escenas porque no las hubo. Todo estuvo relativamente normal por no

decir perfecto.

Toda la mañana convivió con Lea, animándola para que tomara la clase de pintura que todos al final

hicimos. Eso sí, Isabel nunca me dejó ver su cuadro no sé porqué, pero ambos vimos el de la pequeña

Lea que salió igual de talentosa que su madre, por lo que Isabel me sugirió en el picnic que

fomentáramos su talento de alguna manera.

Finalmente, cuando regresamos al piso, pensé que se terminará todo el teatro y pasaría el drama de

mi vida, pero no fue así, llegamos, vimos una película juntos con la niña y después la llevó a su

habitación donde se quedó un rato con ella hasta que se quedó dormida y puede escuchar el ruido del

bastón caminando hacia nuestros aposentos.

Isabel entró por la puerta con ese hermoso conjunto que se puso en la mañana, a paso firme, sin

titubear, se puso frente a mi que yacía sentado en uno de los sofás y me sonrío levemente.

—¿Ya podemos hablar? — Me preguntó sorprendiéndome por completo.

—¿Hablar?

—Sí, las cosas se enfriaron ya y supongo que tuviste mucha reflexión durante el día, así que es.

Momento de hablar antes de dormir… odio dormir molesta, me da pesadillas, no me gustan las

pesadillas.—Recalca.

Ella cierra la puerta y después camina hacia el nuevo tocador que he adquirido para que ella tenga

ese espacio y pueda arreglarse. Se sienta en el banco y deja el bastón al lado para sobarse la pierna

mientras cierra los ojos.

Debo admitir que verla haciendo eso me hace el corazón pequeño porque ahí está el recuerdo de una

situación que ella no debía ni temía y, aunque los doctores dicen que mejorará en un porcentaje alto,

mi Isabel siempre tendrá esa cicatriz que sé no le agrada mucho porque siempre supo que sus piernas

eran fenomenales, yo sigo diciendo que sí.

—Pensé que estabas molesta.

—Lo estoy.— Responde.— Pero esas son cosas que se discuten en privado no haciendo escándalos

por la calle ¿no crees? Además no puedo estar molesta siempre

—Eso sí.

Me acerco a ella y la cargo entre mis brazos para ponerla sobre la cama. Cuando la tengo de frente al

beso pero ella me niega.

—No, esto no es algo que quieras.— Me dice seria.

—¿Qué? Sexo…

—No habrá sexo, y no porque sea castigo si no porque no creo en el sexo de reconciliación.

—Teoría interesante.— Replico.

—Para mí el sexo de reconciliación es cuando ya se está reconciliado, no para reconciliarse, para

hacer lo último hay que hablar y definir qué se hará. Así que está fue mi jugada todo el día Quentin

¿cuál es la tuya? — Pregunta seria y yo levanto la ceja.

—Esto no me lo esperaba.

—No me gusta el drama… soy práctica, dime para saber si voy tener pesadillas.

Acaricio su frente y le sonrío.— Perdóname, perdóname por haber tomado esa decisión en mi mente

sin considerarte. Tú, todo este tiempo lo haz hecho con mis ataques de pánico, mi historia y todo lo

que está a mi alrededor y yo simplemente quise hacer las cosas lo más sencillas posibles para evitar

algo que ahora que lo reflexiono no sé que es. Nadine, ya se había ido mucho antes de morirse,

incluso nunca fue mía en pensamiento y en sentimiento, pero en tu caso… yo soy tuyo Isabel.—Ella

sonrió y acarició mi rostro.— A diferencia de la otra persona que juro ya no traeré a colación después

del final de esta conversación, tú me mantienes a salvo aquí.— Señalo su corazón.— Y eso es nuevo

para mí, porque jamás me había pasado.

—Me alegra que lo hayas entendido.— Me dice ella.

—Me alegra que seas así… eres perfecta Isabel Osher.

—Casi, ahora cojeo.— Bromea

Ella se ríe pero yo me siento mal.— Eres perfecta así como eres, no me importa tu cicatriz o si cojeas,

te amo, te amo como no tienes idea y me siento feliz que pudimos resolver esto como gente civilizada.

—No hay otra forma de resolverlo, aunque si esperaba quince ramos de rosas rojas.— Bromea.

—¡No tengo quince pero te doy esto!— Le contesto y me pongo de pie para ir a mi saco y sacar a

pequeña pintura que hice en la clase de arte donde llevamos a Lea.

—¿Pintaste una rosa para mi? ¡Guau! Es tan…

—Lo sé, surrealista por no decir pésima, pero si te la explico, estos son los pétalos, este es la rama.

Ella se ríe mientras trata de encontrarle forma. Regreso a la cama y vuelvo a recostarla junto a mí.

—Dime ¿cuál es tu boda ideal Isabel Osher? No importa sin son 900 invitados la haré realidad para ti.

Ella acaricia el cuello de mi camisa y se muerde el labio como siempre, puedo ver en su dedo como

brilla el anillo de compromiso que le di y su perfume, ahora un poco cítrico llega e invade mis sentidos.

—Quiero casarme frente al mar.— Me confiesa.

—¿El mar?

—Sí, cuando era pequeña vi una película donde se casaban en una hermosa playa, con vestidos

sencillos y pocos invitados, donde al atardecer se intercambian votos mientras el sol bajaba

lentamente y cubría el cielo de colores. Con mi padre caminado mi lado hacia el altar mientras mi

madre me ve feliz y emocionada.

De pronto a Isabel se le llenan los ojos de lágrimas y de pronto comprendo todo, a Isabel no le dolió

que le dijera que quería una boda sencilla, ni nada de lo de Nadine, lo que pasó es que no consideré

el hecho de que ella tenía familia y que sería la única hija de sus padres que ellos podrían entregar en

el altar.

—Lo siento tanto.— Me disculpo y luego limpio sus lágrimas.

—No me importa Quentin si te quieres casar en vaqueros y playeras, por mi está bien. Sólo quiero que

ese día sea totalmente especial para los dos, porque no sólo lo recordaremos tú y yo, si no mi familia,

una que ha sufrido mucho al muerte de una hija que no pudo entregar en el altar, ni verla feliz con su

hijo, simplemente se fue consumida por una enfermedad que no pudieron parar y ahora a mi me toca

al menos darles esa pequeña alegría ¿comprendes? Más que una enorme boda, mi deseo es que

ellos por ese momento sepan que cumplieron un sueño que Betty no pudo hacer realidad, pero yo sí.

—Te entiendo y lo hago completamente, me siento un estúpido al no haber pensando eso, vuelvo a

pedirte una disculpa.

Poco a poco las lágrimas van desapareciendo y solo quedan sus ojos brillantes.

—Sólo quiero eso… si te soy honesta, sé que soy superior a Nadine en muchas cosas.— Cometa

segura.

—No sé quién es Nadine.— Murmuro y ella sonríe. Con esto le doy a entender que a partir de este

momento ella ya no estará ni siquiera en mi vida, se borrará por completo. La doy un beso sobre los

labios que me sabe a sal.— Te daré la boda de tus sueños Isabel y la boda que yo merezco, nos daré

la luna de miel inolvidable y tú y yo empezaremos esa vida con el pie derecho.

—¿Aunque siempre use bastón? — Bromea.

—No usarás bastón siempre, te prometo que volverás a ser tú en unos meses, mientras tanto… creo

que tenemos una noticia que dar y una boda que planear ¿no crees?

Ella se muerde los labios para acariciar mi rostro a la altura de mis hoyuelos.

—Ahora sí te mereces el sexo de reconciliación.

—No, no lo quiero.— Hablo bajito y no puedo creer que esté diciendo esto, porque hasta ella se

sorprende.

—¿Por qué no?

—Porque en este momento sé que te sientes insegura por la herida de tu pierna y sé que tengo que

darte tiempo para que vuelvas a ser tú en ese aspecto…

—Te amo.— Responde con una sonrisa— Pero¿estás seguro? Llevamos meses sin nada...

—Ya tendremos mucho tiempo para sexo… espero.— Dudo y ella comienza a reír a carcajadas.


Tip: You can use left, right, A and D keyboard keys to browse between chapters.