La Esposa del Ruso

Capítulo 18



Capítulo 18

Capítulo 18

Mikhail había pasado el día observando a su prometida. Desde que se marcharon a Durham Jelena se comportaba de manera diferente. En primer lugar, su ropa era mucho más recatada y no es que a él le importara sus escotes o, mejor dicho, los que lucía cuando se transformaba en Katia la seductora, de hecho, le encantaban. En segundo lugar, no le había escuchado decir una mala palabra desde que regresaron de su viaje. Y, en tercer lugar, descubrió que Jelena era mucho más cariñosa, atenta y responsable de lo que le daba a entender a él. Esa mujer que estaba comenzando a vislumbrar le gustaba mucho más, no había vuelto a insultarlo ni a pelear con él. Bueno a excepción de la palabra demonios cuando vio todas las joyas que le había regalado, parte de estas pertenecieron a su madre, de hecho, el juego de diamantes que le pidió usar en la ceremonia fue el que uso su mamá en su propia boda. El resto lo fue adquiriendo en el transcurso de los años para la mujer que sería su esposa, como hombre de negocios sabía que el oro era una buena inversión.

Al parecer su padre opinaba lo mismo, porque su mamá tenía tantas joyas que cuando su padre murió se las repartieron entre los hermanos y cada uno obtuvo su parte, incluso los que no eran sus hijos. De acuerdo con lo que contaban sus tías, por cada hijo ilegitimo que su padre llevaba a casa, le regalaba a su esposa un juego impresionante de joyas, como si con eso pudiera lavar su infidelidad.

De niño vio esta situación como normal, pero en ese momento de adulto entendía que no lo era, que su padre hizo muchas cosas malas en su vida y que su madre debió ser una mujer muy desgraciada, sus recuerdos de ella eran muy lejano, pero en ellos nunca la veía sonreír. Fue una figura, triste y lejana que se apoyó en sus cuñadas para el cuidado de sus hijos, cuando murió sintió tristeza, pero no estuvo desolado.

Se prometió a sí mismo que nunca haría pasar a su esposa por lo mismo y que no tendría hijos fueran del matrimonio. Esperaba que Jelena fuera una buena madre, la había visto con su hermano y con sus sobrinos pequeños, era muy cariñosa y derrochaba paciencia, además estudiaba educación, en Durham

le dijo que quería ser maestra para hacer una diferencia en la vida de sus alumnos y eso hablaba de la nobleza de su corazón.

Aunque no fue su elección de esposa sentía que el destino había sido generoso al ponerla en su camino porque pensaba que podían hacer un buen matrimonio.

Recordó el día en que ella fue por el vestido de novia, él llegó cuando terminaba la pequeña celebración que sus hermanas organizaron y la vio muy feliz al lado de sus tías. Eso le tranquilizó porque sentía que poco a poco las cosas iban tomando su curso y si era posible que tuviesen un matrimonio feliz.

Mikhail pensaba que llegado el punto se podría enamorar de su esposa porque hasta ese momento le gustaba lo que veía y aunque sabía que había muchas cosas de ella que desconocía, imaginaba que había visto lo más importante de su ser.

En el momento en que llegó el juez de paz, había visto un destello de pánico en la mirada de su prometida, pero lo que sea que haya sentido o pensado pasó fugazmente. Cuando la ceremonia comenzó ambos prestaron atención a las palabras del juez. Al momento de decir el sí acepto ese destello de miedo pasó de nuevo por sus ojos por lo que le tomó la mano para

tranquilizarla, y al parecer funcionó porque su voz se mostró más firme y le dedicó una pequeña sonrisa. En la cena, en un descuido de Jelena él se las arregló para mover su silla y ponerla muy junto a la de ella, se esmeró en buscar los mejores bocados de su plato para dárselos en la boca con su propio tenedor.

Estaba en él enamorar a su esposa.

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El día de la boda amaneció claro y soleado, la habitación de Jelena en casa de Ivanna estaba atiborrada entre la maquilladora, la estilista, sus hermanas y sobrinas. Antes de que saliera el sol estaban

preparándose para la boda. Su traje de novia estaba en su vestidor, puesto en un maniquí para que no se arrugara y tapado con un protector. Amaba como se sentía con él,

aunque no se estuviera casando por amor, ni con el príncipe de sus sueños pensó que podía darse el permiso de disfrutar de su traje y de toda la atención que estaba recibiendo en calidad de novia. Su maquillaje era suave y discreto, sus cabellos estaban peinados en desordenados bucles a excepción del pequeño recogido donde se sujetaba la tiara y el velo, sabía que estaba hermosa. En sus manos lucía únicamente su anillo de compromiso, esa vez sus uñas fueron pintadas de un rosa suave, al mirarlas vio que temblaban ligeramente, estaba muy nerviosa. Había tratado de luchar contra el destino que su padre le impuso y no lo había logrado. Pensó que la ceremonia de ese día sí era un acto de amor, no del amor que ella sintiera por Mikhail, sino del que sentía por su hermano. Amaba tanto a Karlen que no le importaba sacrificarse por él, sin embargo, esperaba que él nunca se enterara. Pensó que el verdadero sacrificio debía hacerse en silencio, por eso nunca le develaría lo que hizo.

Alexa entró en su habitación para anunciarle que Dimitri la estaba esperando, para su sorpresa, su padre vino a la boda acompañado de Anika y Natasha, pero Jelena se negó a que fuera este el que la llevara al altar, de hecho, ni siquiera lo invitó a la ceremonia del día anterior y Mikhail la apoyó en su decisión. Agradecía profundamente no tener que tomar el brazo de su padre, lo odiaba y no quería verlo, ni a Natasha, ni a la bruja de su mujer tampoco.

Dimitri la esperaba fuera de la habitación, a sus cuarenta años, era un hombre guapo con los característicos ojos verdes claros de los Kuznetsov, aunque sus facciones un poco más toscas que las de Alexander y Mikhail, era el más parecido a Vladimir, a diferencia de sus hermanos que se parecían a su fallecida madre.

-Estás preciosa, cuñada. Las joyas se ven muy bien con tu atuendo, mi hermano es un hombre afortunado.

-Gracias, Dimitri… por todo, sé que fuiste el que propuso que Mikhail se casara conmigo para evitar que mi padre destruyera mi vida, nunca he podido agradecertelo. -Fue una buena decisión la que tomamos ese día, solo te pido que trates de hacer feliz a mi hermano

Jelena asintió sin poder decir las palabras que quería, su intención no era hacer feliz a Mikhail, solo pasar por el matrimonio y tratar de salir de él lo más indemne posible.

Al bajar por la escalera se topó con un espejo, la visión de las joyas le recordó que a partir de ese momento habría cambios importantes en su vida. No había querido reflexionar sobre eso, hizo lo necesario para proteger a su hermano y tener su pequeña venganza, sin detenerse a

pensar en las consecuencias de sus acciones. De haberlo hecho, tal vez no hubiese tenido el valor suficiente para seducir a Mikhail y obligarlo a casarse con ella. Habría hecho lo que su padre le exigía a hacer sintiéndose una víctima, sin tener ningún control sobre su vida, y no permitiría que eso ocurriera, mucho le había costado obtenerlo. Sin embargo, ella no quería que las cosas cambiaran, quería seguir siendo la chica despreocupada que iba a la universidad, tenía un trabajo de verano y una vida tranquila. No quería ser la mujer rusa que solo era esposa y madre, ante todo, que dependía de un hombre, siempre a la sombra. No tenía grandes sueños, pero los que tenía eran suyos, ella era la protagonista, no el hombre con el que se casaría.

Ese debía posponer sus sueños.


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